Antes de nada, os aviso que el texto va con spoilers de las dos temporadas y de la serie The Clone Wars, así que leed bajo vuestra propia responsabilidad (luego no me vengáis llorando o con quejas).
The Mandalorian no es una serie para todo el mundo. Al menos, así lo percibo yo. Y con “todo el mundo” no me refiero a los fans que no han consumido todos los productos que han salido (universo expandido, libros, series, cómics, etc) y que sólo se han quedado con las películas. Me estoy refiriendo a quienes no disfruten del estilo que marca la serie (ojo, también puede gustarte el estilo y no gustarte la serie, que estoy generalizando un poco por comodidad). The Mandalorian es un western espacial como en su día lo fue Firefly. De hecho, recuerdo que, tras ver el capítulo uno de la primera temporada, me quedé pensando en que me recordaba muchísimo a la serie de Joss Whedon. Aunque, a medida que avanzaban los capítulos, tuve claro que a lo que me recordaba eran a los spaghetti westerns que tan famosos hizo Sergio Leone.
Soy consciente de que The Mandalorian bebe de más fuentes, que tiene más influencias, pero como yo no soy una experta en cine pues hablaré desde mi perspectiva.
Crecí con las películas de Leone, concretamente con La Trilogía Del Dólar (tampoco es que tenga muchas más, pero eso). De hecho, una de mis favoritas es La Muerte Tenía Un Precio y me gusta mucho pese a que su trama es lo más cliché y mujer en la nevera que te puedas echar a la cara. Pero me gusta por los planos y el ritmo que tiene. Es una película que se toma su tiempo para avanzar, para mostrarte a los personajes, que no tiene prisa por llegar al final. Y eso mismo le ocurre a The Mandalorian. Es una serie lenta en la que en cada capítulo no ocurre “nada” pero, al mismo tiempo, ocurren cosas. Puedo entender que haya gente a quien le parezca una serie aburrida, es normal, estamos acostumbrades a que todos los productos que consumimos (o la mayor parte de ellos) tienen un ritmo más alto, con más acción y menos planos largos y silencios. Y es, precisamente eso, lo que me gusta tanto de la serie.
La historia se centra en cómo cambia la vida del protagonista, Din Djarin (alias Mando), cuando Grogu (Baby Yoda) entra en su vida de la manera más inesperada posible. El niño dará una patada tan fuerte a sus creencias que llegará un punto en el que dudará de ellas.
Pero pongámonos un poco en situación.
Din es uno de los mejores cazarrecompensas que hay, al menos, en la parte de la galaxia que se nos muestra en la serie. Un tipo profesional que hace bien su trabajo, no muy hablador pero sí muy seguro de sí mismo. De los que actúan antes de hablar porque hablar es una pérdida de tiempo y porque el movimiento se demuestra andando. A mayores, Din es un mandaloriano, una “raza” multiespecie (aunque predominan los humanos) que disfruta del combate. Los mandalorianos imponían y eran de los mejores guerreros que te podías encontrar en la galaxia. Ser mandaloriano es lo que convierte a Din en uno de los mejores en su campo ya que fue criado en el arte de la guerra desde crío.
A lo largo de toda la primera temporada, la serie nos va enseñando que Din pertenece a un grupo llamado La Tribu y que no se pueden quitar el casco delante de ningún ser vivo bajo ningún concepto, ya que hacerlo supondría dejar de ser mandaloriano. Pero durante la segunda temporada, el personaje va dándose cuenta de que hay más formas de ser mandaloriano. Por desgracia, la serie en sí nos priva de estos momentos en favor de la nostalgia y el escaparatismo. No, no existe la palabra y me la he inventado porque puedo. La segunda temporada, en lugar de centrarse en el dilema interno que tiene el personaje principal, lo relega a un segundo plano en favor de otros personajes más o menos irrelevantes para la trama, pero que son necesarios de enseñar porque tendrán sus propias series. Ah, el dinero.
Aunque no lo parezca, la segunda temporada me ha gustado y he disfrutado con ella, sin embargo, le encuentro tantos peros, que es que me cuesta decidirme por dónde empezar, así que haré un paso a paso o algo.
Los capítulos con los que más he disfrutado han sido los que se han centrado en la evolución del personaje de Din y los que menos aquellos con personajes nostálgicos. No me malinterpretéis, chillé cuando vi a Boba Fett y chillé con Ahsoka Tano y chillé con Luke Skywalker. Pero el guión está escrito para que estos tres personajes brillen más que Mando, quien realmente es el protagonista de la serie. Se llama The Mandalorian por algo.
Los dos primeros capítulos de la segunda temporada (capítulos nueve y diez) no incluyen ningún peso pesado en personajes de productos anteriores (Cobb sale en algunas novelas). Son dos episodios con una historia original que ayuda al desarrollo del personaje.
En el capítulo nueve nos encontramos al protagonista echando una mano a todo el mundo porque quiere recuperar una armadura que pertenece a los mandalorianos y, según sus creencias, debe volver a su pueblo. Este acto deja muy claro que por sus convicciones hará lo que sea necesario. El capítulo también nos muestra mucho más sobre él, como que es una persona que respeta a las demás razas (obviemos el recurso cómico de la primera temporada en el que intenta churruscar a unos jawas y recordemos que sabe hablar distintos idiomas) y que no dispara a la primera de cambio (recordad que los mandalorianos son conocidos como sanguinarios porque “Jaja sí, nos gusta combatir”).
El episodio diez me parece una fantasía. ¿Habéis visto el homenaje a Alien? ¿Cómo puede ser eso algo malo? ¿Algo de relleno? Además, el capítulo tiene varios momentos entre Din y Grogu en su relación de padre-hijo (“¿Cuántos huevos te has comido? No vuelvas a hacerlo.”), la maravillosa señora rana le da un golpe bajo al hacer referencia al código mandaloriano de cumplir con lo prometido y el capítulo termina con una pequeña moraleja de “Haz el bien y recibirás el bien” cuando los soldados de los X-Wing acuden a salvarlos de las arañas alien (Din intentó evitar que matasen a un oficial en el capítulo seis, además de dejar encerrados a gente mala).
A partir del capítulo once es cuando me empieza a chirriar todo un poco.
La aparición de Bo-Katan (un personaje de la serie The Clone Wars) supone la revelación para Din Djarin de que ha sido criado por un culto (Los Hijos de la Guardia) y que ser mandaloriano no es algo tan simple como el acto de no quitarse el casco frente a otra gente. Esto es un punto de inflexión importante para él (y para les espectadores que están viendo la serie sin más contexto que las películas) porque abre un nuevo camino frente a él. Un camino que hace que todo, absolutamente todo en lo que creía, se tambalee. No sé a vosotres, pero para mí sería un duro golpe si un día me dicen que todo en lo que creía es una mentira. Y quiero pensar que para Din también lo es. Pero claro…
No lo vemos.
La serie prefiere centrarse en el personaje de Bo-Katan y en cómo ella y sus dos compañeros (porque, siendo sincera, la presencia de Din es meramente decorativa) confiscan una nave imperial para recuperar Mandalore (el planeta natal de los mandalorianos). Después de esto, Bo-Katan le propone a Din que se una a ellos, pero él se niega porque tiene que ocuparse de Grogu. Y el capítulo termina y no sabemos qué le pasa por la cabeza al protagonista. Y de verdad que esto me parece terrible.
El personaje principal está viendo cómo su mundo se está rompiendo y no sabemos cómo le afecta. Lo que nos muestran en pantalla es como si la revelación hecha no calase en él, como si en lugar de escuchar “Te ha criado una secta y todo en lo que creías es una mentira.” escuchase la lluvia caer sobre la Razor Crest. Como si no le importase cuando sabemos que su credo lo es todo para él. No sólo el de cumplir lo prometido, sino el de no quitarse el casco. La presencia de Bo-Katan y los suyos es importante, pero la manera en la que está llevado el capítulo no me parece la correcta y más teniendo en cuenta los dos capítulos finales.
Algo similar ocurre en el capítulo doce, cuando Din descubre que el Moff Gideon no sólo sigue vivo sino que, además, está intentando recuperar a Grogu para seguir experimentando con él.
Conocer este dato debería afectarle y más a estas alturas de la serie en la que Din ha pasado de tratar a Grogu como un algo, a tratarlo como el crío que es (“Eh, chico.” es lo que más le dice). A lo largo de los pocos capítulos que hemos visto de la segunda temporada, es evidente que Din se ha convertido en un padre adoptivo de Grogu. Y, no sé, creo que me afectaría descubrir que si alguien sigue empeñado en buscar a mi hijo adoptivo para experimentar con él. Pero en lugar de mostrarnos algo, no sé, rabia porque el Moff sigue vivo, porque Grogu vuelve a estar en peligro, nos dan… nada. Din desaparece durante la mayor parte del capítulo para volver en forma de nave y salvar el día. Y ya.
Me gusta este capítulo por todo el tema de “mirad, un laboratorio secreto”, pero nada más. A diferencia del capítulo en el que aparece Bo-Katan que, aunque no se nos muestre en pantalla, el protagonista recibe una noticia que afectará a su desarrollo como personaje, aquí está simplemente como excusa para darle mayor protagonismo al personaje de Cara Dune. Al final de este capítulo, uno de los pilotos de las X-Wing le ofrece unirse a ellos y en cierto modo me parece bien, quiero decir, nos están diciendo que ese personaje tendrá mayor relevancia (o que esa es su intención), no sabemos si en forma de serie independiente o que participe de manera más activa en la tercera temporada. Pero, por favor, no sacrifiquéis al personaje principal para hacer esto.
Algo que también vuelve a ocurrir cuando consigue encontrar a Ahsoka. Aunque este episodio me gusta porque se ve la relación entre Din y Grogu y lo fuerte que es (para bien o para mal). Me hace especial gracia que al inicio Ahsoka no sea capaz de ocuparse de los malos que se han instalado en el poblado, pero que, de repente, tras conocer a Din (que no hace prácticamente nada en todo el capítulo), sí que pueda hacerlo. Este es otro capítulo de puro fanservice (como el catorce, que ya hablaré de él) para enseñarnos a Ahsoka y aprovechar para “Eh, mirad, vamos a sacar una serie de este personaje.”. A pesar de ello, me gusta porque, tal y como dije antes, se ve el vínculo que hay entre Din y Grogu. El que Grogu confíe en Din y que lo vea como un padre y lo que le cuesta a Din asumir la separación con Grogu me parece algo a tener muy en cuenta. De hecho, le cuesta tanto despedirse de él que es Ahsoka quien termina yendo a la Razor Crest porque se ha cansado de esperarlo. Así que, dentro de lo malo, el protagonista muestra cómo le afectan las cosas y mirad, ya era hora.
El capítulo catorce para mí no existe. Es el que menos me ha gustado porque se puede resumir en: Din de repente se convierte en un pelele y Boba Fett llega para salvar el día. Todo lo que la serie nos ha enseñado sobre el cazarrecompensas Din Djarin, alias Mando, es echado por tierra y pisoteado en favor de convertirlo en un inútil que tiene que ser salvado por el protagonista de la nueva serie de Disney. Al menos tenemos unos segundos de Din rebuscando con tristeza entre los escombros de su nave para recuperar la lanza de beskar y la bola con la que tanto le gusta jugar a Grogu. Parece un detalle insignificante, pero el hecho de que se guarde el objeto significa lo obvio: que quiere mucho al crío. (Y, por cierto, a mí el personaje de Boba Fett ni me va ni me viene, lo digo por si alguien cree que le odio).
Y llegamos a la recta final con mi capítulo favorito. Donde lo ocurrido en el capítulo tres detona en Din quitándose el casco por Grogu y donde vemos un desarrollo de personajes bien hecho y una buena dirección.
Me gusta el tema de que tengan que infiltrarse en una base Imperial para conseguir las coordenadas de la nave de Gideon y me gusta que sea Mayfeld quien vaya con Din. A Mayfeld lo pudimos ver en el capítulo seis de la primera temporada, en el que traiciona a Din para escapar con el prisionero que iban a rescatar. Por supuesto, le sale mal y termina detenido y condenado a trabajar en Karthon. Por suerte para él, es la última pista que tiene Din para encontrar a Grogu.
El niño ha sido secuestrado en el capítulo catorce (ese que no existe, sí) y Mando necesita a Mayfeld para poder infiltrarse en una base imperial. ¿Por qué? Pues porque éste fue francotirador para el Imperio. Es un personaje que me gustó más en el desarrollo del capítulo quince porque podemos profundizar en su personaje. Y a mí eso me gusta siempre. Sobre todo si no dejan en segundo plano al personaje principal.
El capítulo quince es EL capítulo. El punto de inflexión para el mandaloriano de rectas e inamovibles creencias. Es el capítulo en el que Din Djarin pone en una balanza su credo y su amor por Grogu y se ve obligado a elegir la que más peso tiene. Y elige la segunda. Elige quitarse el casco en mitad de una sala llena de gente para poder acceder a una terminal que contiene las coordenadas de la nave del Moff Gideon.
Las creencias de Din Djarin se basan en el credo que Los Hijos De La Guardia le han inculcado desde que fue adoptado por los mandalorianos. Unas creencias que le impiden enseñar su rostro a cualquier ser vivo, porque si lo hace dejará de ser un mandaloriano y no podrá volver a ponerse la armadura. Y quizá, de haber tenido que hacer esta elección en la primera temporada, Din se hubiera echado atrás y buscado otra manera de localizar la nave. Pero aquí, en esta segunda temporada, después de haber conocido a Bo-Katan y sus mandalorianos, después de que ella le dijese que lo había criado un culto y que los mandalorianos sí podían mostrar su rostro, su elección ha sido, en cierto modo, más fácil.
Por esto era importante que en el capítulo tres nos mostrasen cómo le había afectado el conocer a Bo-Katan. Porque es un paso lógico (tanto para el transcurso de la serie en sí, como para la evolución del personaje), un paso que se intuye pese a todo y que queda un poco cojo al no mostrar cómo el protagonista asimila dicha información.
Mención especial al personaje en sí de Mayfeld en dos puntos.
Primero con una conversación-monólogo con Din sobre las reglas, que éstas “empiezan a cambiar cuando te sientes desesperado… todo el mundo tiene unas líneas que no cruza hasta que las cosas se ponen feas” (es mi cutre traducción, sí) y que se ven con claridad cuando Mando se quita el casco para conseguir las coordenadas. Porque no le queda más remedio que dejar que el terminal escanee su rostro y vemos que duda en hacerlo, como es lógico dadas sus reglas. Y cuando enseña el rostro, podemos comprobar que está desesperado y que hará todo lo posible por rescatar a Grogu. Además, es obvio lo incómodo que se encuentra con la cara al descubierto y es normal teniendo en cuenta que no se ha quitado ese casco delante de nadie desde que tenía unos doce años. Haciendo un cálculo rápido, podemos intuir que el protagonista ronda los 37-40 años. Imaginad haber pasado más de veinticinco (25) años con la cabeza cubierta. Creo que todes estaríamos igual de nerviosos y tensos que Din en este capítulo.
Y segundo con ese guiño (intencional o no) a la escena del bar en Malditos Bastardos en el que salda deudas con su antiguo jefe durante la Operación Ceniza. “Todos tenemos que dormir”, es lo que le dice a Mando dos veces en el capítulo. Me gustó mucho esta parte porque tampoco le quitó protagonismo a Din y la realización es brillante.
Y mención especial, por supuesto, al mensaje final que Din envía al Moff Gideon porque parafrasea parte de lo que éste dijo en el capítulo siete: “Usted tiene algo que yo quiero.” y “Para mí significa más de lo que pueda imaginar.” Este discurso amenazador me recuerda mucho al cazarrecompensas que conocimos en el primer capítulo de la serie y eso también me gusta porque, viendo el rumbo que la segunda temporada ha tomado, casi parecía que ese aterrador mandaloriano había desaparecido.
El último capítulo también es uno de los que más me gustan, pese a todo, sí. Era obvio que llegaríamos a este final, al punto en el que Grogu y Din deben despedirse para que un Jedi le ayude a mejorar y controlar sus poderes.
Como en el episodio final de la primera temporada, el capítulo dieciséis reúne a una serie de personajes que han ido apareciendo a lo largo de la temporada (súper triste porque la señora rana no hubiese sido una mercenaria retirada o algo). Así que, esta vez, Din reúne en su equipo a Cara Dune, a Bo-Katan con Koska y a Boba Fett con Fenec. De nuevo, Mando es eclipsado por la presencia de otro personaje ya conocido por el fandom, Luke, pero en cierto modo es algo “inevitable”.
Quiero decir. Quedan muy pocos Jedi que sobrevivieran a la Orden-66 y muchos de ellos eran padawans como Cal Kestis, niños (porque eran niños) que ni siquiera habían terminado su formación (como para enseñar a otros). Además de eso, la mayoría decidieron esconder que sabían utilizar la Fuerza para no ser perseguidos y asesinados por el Imperio. El miedo es, en cierto modo, real y no como una emoción porque saben que eso les llevaría al Lado Oscuro. Lo sucedido durante la Orden-66 marcó a padawans y Jedi, ya que muchos Maestros vieron cómo sus aprendices eran asesinados y viceversa. Por muy Jedi que seas, esas cosas pesan mucho sobre la conciencia y llevan a tener ciertas taras.
De hecho, Ahsoka se niega a entrenar a Grogu porque recuerda lo que le ocurrió a su maestro, Anakin, y no quiere que pase de nuevo. Y es comprensible porque este tipo de traumas no se curan de buenas a primeras (y recordemos que los Jedi son poco de hablar las cosas). Así que… ¿quién querría arriesgarse a entrenar a Grogu? Pues alguien fuerte y sin ese tipo de tara encima. Alguien como Luke Skywalker.
Lo sé y lo sabéis. Luke está ahí por mero fanservice, pero su presencia está un poco justificada por el propio canon de Star Wars, ya que él fue quien fundó una nueva escuela para entrenar Jedi (y que luego Ben Solo, alias Kylo Ren, se cargó [y espero que Grogu no estuviera allí]). Por supuesto, su combate contra los robots es para su exhibición porque ya que aparece, pues salir a lo grande.
Pero Luke no es lo importante de este capítulo, no. Es Din. Porque se quita el casco por segunda vez en una sala llena de gente y lo hace sin presiones, lo hace porque quiere y lo hace por Grogu. Para que él pueda recordar su rostro ya que, en todo el tiempo que llevan viajando, nunca se lo ha visto (recordatorio del capítulo 12 en el que están los dos bebiendo y Grogu intenta verle la cara). Y por una vez podemos ver cómo afecta en realidad al protagonista la partida del niño que ha tenido que cuidar. Por obligación al principio, sí, pero que luego se transformó en algo más sincero ya que, creo, que se ve reflejado en Grogu al ser también un huérfano.
Reitero lo que dije casi al principio: la segunda temporada me ha gustado, de hecho, me ha gustado mucho. Pese a los intentos de los guionistas y de Disney por sacar más en pantalla a los próximos protagonistas de sus proyectos, el personaje de Din Djarin ha evolucionado hacia el punto que todes sabíamos que escogería. Y, no contento con ello, Favreau hace que Din Djarin sea el poseedor del sable oscuro, con todo lo que conlleva.
Para quienes no lo sepan, el sable oscuro es un sable láser que creó el único mandaloriano que la Orden Jedi aceptó, Tarre Vizsla. Cuando este Jedi murió, el sable quedó en el templo Jedi en Coruscant hasta que los mandalorianos lo recuperaron y convirtieron en el símbolo del Mand'alor, su gobernante. Para ser merecedor de este arma, debías ganarla en combate a su anterior dueño. Y por eso Bo-Katan no puede aceptarlo cuando Din se lo da y por eso, al final de la segunda temporada, Din Djarin, sin comerlo ni beberlo, es el nuevo gobernante de todos los mandalorianos. Y esto supondrá problemas para él, porque estoy segura de que muchos intentarán retarlo para ganarse el sable. Bo-Katan casi seguro y, puede y sólo puede, su antiguo compañero de clan: Paz Vizsla. ¿Os suena el apellido? Leed el principio del párrafo. Estoy segura de que este personaje volverá y tratará de conseguir el sable oscuro para ser Mand’alor e imponer el credo que los Hijos de la Guardia le han inculcado.
Espero, de corazón, que de cara a la tercera temporada (ya confirmada para este año 2021), se centren en cómo afecta a Din el hecho de que ser el nuevo líder de los suyos y de haberse quitado el casco dos veces. Por favor, no volváis a sacrificarlo en favor del fanservice, que un poco está bien, pero no os paséis. Din Djarin merece mucho más que eso.
[Todas las imágenes pertenecen a LucasFilms]
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