Tengo debilidad por la literatura juvenil, del tipo que sea siempre que
no sea drama (ya tengo la vida real para esto)
y por eso consumo este tipo de libros, siempre que puedo,
como alguien que sale del desierto tras tres días sin agua y se encuentra
una fuente.
Y hoy quiero hablaros de un libro que leí hace tiempo, cayó en mis
manos de manera casual, me llamó la atención y, evidentemente, lo leí.
En su día me gustó mucho, tras una relectura, veo muchas cosas a las que
prenderle fuego
pero, pese a todo, ha aguantado bien y ha conseguido que no lo odie.
El Cielo Está En Cualquier Lugar es un libro escrito por Jandy
Nelson, una escritora estadounidense que tan sólo ha publicado dos libros: el que
hoy os traigo y Te Daré El Sol (I’ll Give You The Sun); fue
editora muchos años antes de pasar a escribir.
El Cielo Está En Cualquier Lugar
tiene como protagonista a una adolescente de diecisiete años que tiene que
enfrentarse a la muerte de su hermana mayor
(por una enfermedad). A Lennie le encanta leer (se ha leído
Cumbres Borrascosas veintitrés veces) y le encanta la música, es
muy buena tocando el clarinete pero se ha conformado con ser la segunda
clarinetista en el instituto.
Vive una vida tranquila, con su abuela (Abu) y su tío (Big);
su madre las abandonó con su abuela cuando eran muy pequeñas y apenas tiene
recuerdo, por lo que la pérdida de su hermana de manera tan repentina hace que su
mundo se tambalee por completo.
La novela trata un poco de cómo lleva ella el duelo, de cómo ve injusto
que ella se esté enamorando mientras su hermana está muerta,
de cómo puede ser que la gente que ha perdido a familiares siga adelante, de cómo se vuelve un poco egoísta porque “nadie entiende cómo me siento”, de como se aísla del mundo y deja de tocar por la tristeza.
Todo esto genera un cúmulo de circunstancias que terminan por estallarle en
la cara y ella tiene que asumir su culpa, su responsabilidad, sus errores, aprender de ellos y pedir perdón; además
de que
verá cómo las cosas van encajando, asumirá el dolor de la pérdida y
aprenderá
que no pasa nada por ser feliz pese a que alguien querido se haya ido.
Lo que más me gusta del libro es la forma de estar narrado y los personajes.
La escritora utiliza un lenguaje bastante coloquial pero también tiene
expresiones que me han hecho reír cuando lo que está narrando en el libro no
es nada gracioso, lo que ha hecho la lectura ligera y dinámica. Frases como “Luego el tejado sale volando, las paredes se desmoronan, y cuando miro
fuera veo que el bosquete cercano de secuoyas rojas ha levantado sus raíces
de la tierra y avanza por el patio hacia la clase, una panda de gigantes de
madera que aplauden con las ramas.” me han hecho reír delante del libro en más de una ocasión.
En cuanto a los personajes me gustan mucho porque son todos… diferentes
y carismáticos, muy reales.
Lennie escribe poemas donde le cuadra: un vaso de papel, su zapatilla,
la corteza de un árbol, un envoltorio de caramelo… y luego los deja ocultos en
sitios y se olvida; poemas y palabras que hablan de cómo se siente y que no
guarda porque sólo quiere deshacerse de ese sentimiento.
Abu es una señora que tiene mucha mano con las flores, le gusta el té y
el color verde; todo lo que pinta, es de color verde y cuando está triste, su
comida sabe a cenizas así que Lennie dice que “Abu cocina cenizas”.
Big es un casamentero, se ha divorciado cinco veces porque le encanta
declararse, fuma hierba y le encanta leer mientras camina por la calle;
también su voz suena a Dios cuando le dio a Moisés los Diez Mandamientos.
Sarah, la mejor amiga de Lennie,
es un torbellino de pintalabios, tabaco, ropa súper ajustada, feminista, adicta al cine independiente y cínica, le encanta meter animales en lugar
de palabrotas cuando se sorprende o emociona mucho;
Joe es un chico encantador, el chico perfecto pero es un poco celoso
aunque sabe tocar bien casi cualquier instrumento.
Entre las cosas malas son casi todas sobre el amor. Es decir, Lennie le
jura y perjura a Joe que “Soy tuya” y demás cosas que me hacen arrugar
la nariz. Creo que
en cierto modo es consciente de que eso no está bien porque se llama
estúpida cuando lo piensa o lo dice, pero se excusa en que “Bueno, tampoco puedes esperar gran cosa de alguien que se ha leído Cumbres
Borrascosas veintitrés veces”.
El libro termina bien y por eso me ha gustado, simple y llanamente; es
un libro fácil de leer, divertido y ágil, además de cortito. Me he reído, he
sentido vergüenza ajena, he cogido el lanzallamas pero
al final me he quedado en paz con una sonrisa en los labios al
terminarlo.
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